Ilustración, narración, proyectos artisticos.
Quién soy y cómo trabajo
Mi trabajo nace del encuentro. De la escucha. De la certeza de que el arte no es solo una expresión personal, sino una práctica colectiva capaz de tejer vínculos, activar memorias y abrir espacios de transformación.
Llevo años trabajando en diálogo con comunidades diversas: niñas y niños, mujeres de pueblos originarios, personas mayores, vecinos y vecinas de barrios periféricos. Cada proceso es único, pero todos comienzan igual: con los pies en el territorio y los oídos bien abiertos.
La primera fase es siempre la de escuchar y vincularme. Escuchar lo que se dice, lo que se calla, lo que se recuerda y lo que se olvida. Caminar el lugar, conversar sin apuro, dejar que el tiempo haga su trabajo. Construyo así una relación basada en el respeto, la confianza y el deseo compartido de hacer algo juntos.
Después viene la creación del espacio compartido: un lugar donde podamos bordar, dibujar, contar historias, recordar vivencias, jugar, inventar. No importa tanto la técnica como la posibilidad de imaginar en común. En esos talleres —que no son una etapa previa, sino el centro mismo del trabajo— se da lo esencial: el arte como conversación, como gesto que se hace entre muchas manos.
A partir de ese espacio vivo, comienzan a surgir materiales, frases, símbolos, escenas, imágenes. Entonces llega el momento de la creación colectiva: ordenar lo que apareció, trabajar con cuidado, transformar lo disperso en un relato visual, sonoro o corporal que conserve la voz de quienes lo originaron. En este punto, mi rol es estar al servicio del proceso, traducir sin apropiarme, amplificar sin imponer.
La obra final —un libro, una instalación, una exposición, una intervención en el espacio público— es solo una forma más de hacer circular lo vivido. La producción no es un cierre, sino una forma de devolver. Por eso, siempre retribuyo a la comunidad lo que creamos juntos: compartimos la obra, hacemos presentaciones públicas, dejamos copias, registros, memorias. Para que lo sembrado no se pierda, para que la historia continúe su camino.
Mi práctica es, ante todo, una forma de mediación cultural. Me interesa crear condiciones para que otras voces puedan aparecer, para que otros saberes —a veces silenciados o desplazados— encuentren su lugar. Lo estético me importa, pero nunca va solo. Mi compromiso es también político: trabajar desde lo colectivo, con vocación de vínculo, imaginando siempre con otros.
Eso es lo que hago. Eso es lo que me mueve.